
La idea la tuvieron un grupo de comerciantes de la ciudad dispuestos a alegrar el verano, el veraneo de la bella Easo. Contaron para ello con 250.000 pesetas de la época y consiguieron un superávit de 5.066 pesetas que donaron a la beneficencia de la ciudad.
También contaron con folclóricas como Paquita Rico y Carmen Sevilla y con galanes como Mario Cabré y Francisco Rabal. Hubo 19 películas de varios países y el toque internacional lo dieron actores franceses. En 1954, pensaron hacer lo mismo y se lanzaron a la segunda edición. No les fue mal. Tanto es así que a la clausura asistió Carmen Polo, señora de Franco.
No tardó en conseguir el reconocimiento de categoria B (no competitivo) por la FIAPF (Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Films) gracias al éxito cosechado en su primera edición. Así, al año siguiente, pasó a denominarse Festival Internacional de Cine, y en 1955 la FIAPF lo reconoció como competitivo y especializado para las películas en color: ya se podían otorgar premios oficiales. Este es el origen de la Concha, entonces todavía de plata, cuyo reparto debía decidir un jurado internacional.
Cuando en 1957 se le otorgó definitivamente la categoría “A”, y la Concha se hizo de oro en las categorías más importantes, habían aparecido los principales iconos del certamen, la referencia desde la que se sigue avanzado hoy en día, es decir, la opción por una corriente aperturista, ajena a los corsés de la censura de aquel momento, y que aún permanece viva. Porque lo que más importa al festival de cine de San Sebastián es ser el escaparate del cine más inquieto y renovador de cada momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario